He de confesar que no entiendo nada acerca del
cambio climático. Incluso cuando decidí escribir un post sobre el tema, me dije a mi mismo que lo más fácil era fusilar algún párrafo de la
wikipedia para darle un toque pomposo al artículo. Pero es difícil opinar sobre algo cuando se es un ignorante completo. No obstante, desde que Al Gore ha emprendido una gira cual estrella de Hollywood recorriendo el mundo para presentar su película
“Una verdad incómoda”, el asunto del
cambio climático se ha elevado a
problema político de primera magnitud. Y, pese a no saber nada de ello, con la ayuda de los expertos que pululan por la red, me voy a lanzar a hacer algo tan español como opinar sin saber del tema. A partir de aquí, si alguien cree que este artículo va a carecer de rigor científico, que no siga leyendo.
Basándome en lo poquito que he investigado, creo que habría que llamar a las cosas por su nombre y emplear una terminología correcta, ya que no debería denominarse
cambio climático a lo que no es. El
cambio climático es la variación global del clima de la tierra durante diversas escalas de tiempo. Por contra, a lo que el ex-vicepresidente americano se refiere en su película es a la modificación del clima sucedida en el presente, y por causas humanas, denominada
calentamiento global.
Hay que tener en cuenta que cambios climáticos los ha habido a lo largo de toda la vida de la tierra. Un ejemplo típico sería el de las
glaciaciones ocurridas hace aproximadamente 1,8 millones de años. Pero hace mucho más tiempo, entre 800 y 550 millones de años se produjo un fenómeno conocido como
“tierra bola de nieve”. En aquellos momentos, debido a movimientos magmáticos muy fuertes, descendió dramáticamente la concentración de dióxido de carbono repercutiendo en el
efecto invernadero, lo que provocó que disminuyese muchísimo la temperatura de la tierra. Se cree que hace 750 millones la tierra era un planeta completamente helado, con temperaturas de –20º en el ecuador y de –80º en los polos. Gracias a un aumento en la actividad volcánica, empezó a desprenderse más dióxido de carbono y la tierra comenzó a deshelarse. Lo que quiero explicar con esto es que cambios climáticos absolutamente radicales siempre se han producido, y en aquella época no había intervención humana.
Como no soy científico, no voy a cuestionar la actual aceleración del calentamiento global de la tierra por causas humanas. Según explica James Lovelock, en su artículo
“Dos grados y la tierra se rebela”, no hay duda de que tanto los gases de efecto invernadero como las temperaturas están aumentando. Además añade que, como demostraron profesores de la
Universidad de Reading, si las temperaturas globales aumentan más de 2,7º, los hielos de Groenlandia se volverán inestables y comenzarán a disolverse. Sin embargo, es conveniente leer el artículo hasta el final para conocer que el científico pertenece a grupos ecologistas. Por mucho que trate de defenderse, escribe como un político y no como un científico. Y para corroborarlo, voy a citar a otro experto, Chris Landsea, que dimitió del
IPCC –
Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático- hace un año por no estar de acuerdo con la postura de la organización:
“El motivo por el que mis colegas [del IPCC] utilizan a los medios para impulsar un propósito preconcebido no sostenido por los hechos de que la reciente actividad de huracanes se ha debido al calentamiento global queda más allá de mi comprensión”. No debemos olvidar que el científico dimitió porque la organización patrocinada por
Naciones Unidas se encontraba
“sometida”, con su
“neutralidad perdida”, e incluso llegó a acusar a alguno de sus compañeros de difundir
“pronunciamientos que distan mucho de ser científicos”. Y no sólo eso, ya que el profesor de meteorología del
MIT, Richard Lindzen , ha llegado a comparar la creciente psicosis provocada por determinados medios científicos con
“un grupo de niños pequeños encerrándose en armarios oscuros para ver cuánto pueden llegar a asustarse a ellos mismos y entre sí”. El profesor utiliza este símil porque cree que se está creando demasiada confusión. Según él, en realidad sólo ha cambiado la temperatura unas cuantas décimas de grado, y nunca en los últimos ocho años. Además, añade que hasta el mismo
IPCC ha reconocido que no existen pruebas fiables de que se esté acelerando el deshielo, con la consecuente subida del nivel del mar.
Pero con un panorama bastante enmarañado a nivel científico, aparece Al Gore y decide producir una película llena de errores y medias verdades, basada en un supuesto consenso científico que no es tal. Todos los que han visto el documental lo han calificado de sensacionalista y terrorífico, con escenas impactantes como las de los osos polares que se ahogan al no poder nadar entre los trozos de hielos derretido. Parece ser que, por fin, el ex-político ha encontrado un destino para su vida: pasearse por medio mundo dando conferencias para conseguir que todos pongamos
nuestro granito de arena y detengamos el calentamiento global. En definitiva nos propone que cambiemos las bombillas tradicionales por las de bajo consumo; que nos duchemos en vez de bañarnos; que, en lugar de utilizar secadoras, tendamos la ropa; o que utilicemos coches que consuman menos. Si sigo a rajatabla sus indicaciones, ¿creen que contribuiré a mejorar el medioambiente? ¿Y no será mejor que los países que más contaminan se comprometan a reducir las emisiones? Creo recordar que cuando EEUU se negó a ratificar el protocolo de Kioto, el Sr. Gore era vicepresidente de dicho país. Y según cifras bastante contrastadas, se trata precisamente del país que más contamina del mundo. Pese a todo lo anterior, ahora exhorta a los gobiernos para que se adhieran al tratado que entró en vigor en febrero de 2005. ¿Por qué no lo hizo en su momento, en 1997, cuando fue redactado?
Incluso así, lo más esperpéntico de su festival mediático ha sido su reunión con el
líder de la alianza de civilizaciones, ZP. Durante el transcurso de la misma, nuestro concienciado presidente se ha comprometido a que la película se vea en todos los colegios españoles. Supongo que con la intención de que el político americano pueda amortizar los gastos de su gira con algunos euros procedentes de nuestro sistema educativo. Evidentemente, ese visionado forzoso tiene como objetivo principal que las futuras generaciones de españolitos dejen de usar las secadoras de ropa –un electrodoméstico imprescindible en cualquier hogar celtibérico que se precie- que tanto destruyen el medioambiente. Y además, de paso, no pierden el tiempo viendo cine español, que como está subvencionado no necesita de público.