El puente de Mayo

Ya se sabe que para la izquierda el 1 de mayo es una de sus fechas más señaladas. Sobretodo porque los que no trabajan, y cobran por ello, celebran el día del trabajo. Debe ser que eso de tener la inmensa suerte de vivir sin trabajar es motivo de fiesta. Lo que me parece bastante ridículo es que sean precisamente ellos los que celebran el día del trabajo. El que está hasta las narices de trabajar más horas de las debidas, partiéndose el lomo, cobrando un sueldo de miseria, cuando llegan fechas festivas lo que está deseando es escapar de la ciudad-prisión para tumbarse en una playa durante un par de horas a sabiendas de que la mayor parte del puente lo pasará en un atasco.
Sin embargo, los sindicalistas se plantean esa fecha como su único día de trabajo. Es evidente que con esta dicotomía en la que los que trabajan están deseando descansar y los que vaguean durante todo el año están deseando manifestarse, al final se obtienen unas cifras de asistencia a las convocatorias verdaderamente vergonzosas. Sobretodo porque, por mucho que se coloquen las cámaras estratégicamente, no consiguen sacar más que huecos por todas partes. Y es que si se manifiestan cuatro gatos, por mucho movimiento de cámara que hagan, no van a parecer millones de personas.
Ahora, eso sí, la bandera republicana que no falte. Y las reivindicaciones a Castro y a otros idiotas latinoamericanos –Evo, Chavez, Lula,...- tampoco podían dejar de estar presentes. Al fin y al cabo son dignos exponentes de lo que desea la izquierda para España en el marco de su amada alianza de civilizaciones.
Como la izquierda tiene que justificar su sueldo, han conseguido que este puente-acueducto se convierta en uno de los más calentitos que se han vivido últimamente en Madrid. El clima de tensión comenzó cuando Miguel Sebastián anunció que no asistiría a la recepción que organiza la Comunidad de Madrid con motivo del día de la Comunidad. Según el candidato socialista, el motivo de su ausencia era que no le habían avisado con suficiente tiempo –la invitación se cursó un día antes del evento- y que ya había cerrado su agenda para el día 2 de mayo. Realmente de lo que se trataba era de patalear un poco por un supuesto desprecio a alguien que, de momento, pinta bastante poco en la Comunidad de Madrid. Aunque sí que es cierto que el desplante era innecesario, al final Esperanza Aguirre lo solventó invitándole personalmente. Pero ya era demasiado tarde para el antiguo asesor presidencial –que lo único que hizo durante esta etapa fue colocar a unos cuantos amigotes suyos- obligado por un ineludible compromiso mucho más importante: la asistencia a un acto de confraternización entre franceses y madrileños con motivo de los 199 años del levantamiento contra las tropas napoleónicas. ¿Habrá pedido perdón, en nombre del pueblo de Madrid, por levantarse contra las tropas invasoras francesas?
Pero quienes sí que han entendido la trascendencia de una fecha como la del 2 de mayo son los jóvenes combatientes de izquierdas que, fin de semana tras fin de semana, luchan contra el sistema a base de fumar porros y de beber calimocho. Estos guerreros antifascistas decidieron festejar a su manera la efeméride organizando un macrobotellón en Malasaña. ¡Pura cultura! Estos jóvenes se dedicaron a ejercer su libertad de expresión tirando botellas –supongo que después de ingerir su contenido- a la policía y quemando contenedores. Según informa El Mundo, los disturbios se produjeron después de que miembros del SAMUR acudieran a la Plaza del 2 de Mayo donde se había producido una reyerta con heridos. Cuando intentaron acceder, un grupo de jóvenes bastante numeroso se lo impidió con actitudes amenazantes. La primera noche terminó con 10 niñatos detenidos y 20 heridos, además de numerosos desperfectos. Pero lo peor se produjo la madrugada siguiente en la que los disturbios volvieron a repetirse saldándose estos con un resultado de 45 heridos.
Pero no se vayan todavía, que aún hay más. El episodio más patético que nos ha ofrecido la izquierda es la visita que ha realizado la ministra de Fomento a la T-4, un día antes de la inauguración oficial del metro. La visita se realizó junto con los candidatos del PSOE a la Alcaldía de Madrid y a la Comunidad de Madrid, con claros fines electoralistas, pese a que es una obra que ni se ha financiado por parte del Ministerio ni es de su competencia. El hecho de que un candidato socialista se apunte tantos que no le corresponden no es nada nuevo. Ya sabemos que lo de salir en la foto se les da muy bien a los políticos. Pero que lo hagan un día antes de la inauguración oficial no es de recibo y es una clara muestra de la poca vergüenza que caracteriza todas las actuaciones de estos politiquillos miserables que son incapaces de dar argumentos ni plantear opciones alternativas de gobierno. Tan sólo saben figurar.