Cine: "María Antonieta"
La noche de los Goya me pareció un motivo muy interesante para pasar de la gala en televisión e ir al cine. Para ver… cine americano. Sí señores. En la noche en la que el cine español se mira al ombligo más que nunca y, además, suele aprovechar para lanzar soflamas izquierdistas, yo me fui a ver una de las películas históricas que más me han llamado la atención últimamente. “María Antonieta” no me ha impactado por el rigor histórico o por el realismo, si no porque la película de Sofia Coppola refleja la historia de un personaje humano.
María Antonieta de Habsburgo-Lorena es probablemente uno de los personajes históricos más vilipendiados y denostados por el pueblo francés. Pese a que en un principio fue admirada por su belleza y elegancia, pronto las cañas se tornaron lanzas y el pueblo la culpabilizó, junto con el resto de su familia, de ser la causante de todos los problemas que sufría Francia. Quizás su principal error, junto con el de su marido, fue el de minusvalorar los efectos negativos de los libelos que escribían contra ella. Esa leyenda negra que comenzó a forjarse durante su reinado ha pervivido hasta nuestros días en forma de falsos mitos: manipuladora, casquivana, viciosa, egocéntrica, adúltera,… Una reina a la que se le atribuye la frase: “Si el pueblo no tiene pan y se muere de hambre, que coma pasteles”.
Sin embargo, la investigación histórica ha dado un giro para ponerla en su sitio y demostrar que muchas de las acusaciones por las que fue guillotinada eran totalmente falsas.
La película está basada en el libro de Antonia Fraser “Marie Antoinette: The Journey” en el que se analiza la trayectoria vital de la reina y se la despoja de todas esas falsas leyendas que la habían convertido en la reina más odiada por Francia.
Cuando Sofía Coppola leyó el libro, vio que encerraba una gran película aún por hacer, siempre con el estilo tan personal y diferente con el que ella mira el mundo. La clave del personaje se encuentra en una niña de catorce años a la que obligan a casarse con el Delfín de Francia por cuestiones de Estado. María Antonieta, hija de los Emperadores de Austria, conseguiría de ese modo sellar una alianza entre los dos enemigos irreconciliables.
Es muy complicado desde nuestra perspectiva ponerse en la situación de la princesa adolescente, a la que separan de su familia para casarla con un desconocido lleno de complejos que no le da la más mínima muestra de afecto; en una corte dominada por un protocolo severísimo que hurtaba a la familia real cualquier momento de intimidad –la Delfina se veía en la situación de tenerse que vestir a diario rodeada de damas de la corte-; que realizaban sus comidas como si fuese un espectáculo para la nobleza y la plebe, frente a un público variopinto, que tenía el derecho a asistir si poseían una espada; rodeada de intrigantes que la veían como una extranjera,… Nada más llegar a Versalles, la apodaron “L´Autrichienne” –juego de palabras entre austriaca y prostituta (chienne)-. Ese ambiente tan hostil es el que se encuentra una niña que muy pronto será reina de Francia. Como es de suponer, la muchacha, pese a estar constantemente rodeada de gente, se siente terriblemente sola. Su madre la presiona para que apoye los intereses de Austria, pero eso le causa aún más enemistades en el palacio. Y encima el joven Delfín –futuro Luis XVI- se ve incapaz de consumar el matrimonio hasta que no transcurren siete años de la celebración del mismo.
Por puro instinto de supervivencia mental, María Antonieta se encierra en un mundo de fantasía, de lujos, de champán y fiestas, de zapatos de ensueño, sedas y pasteles. Y es esa fantasía de bailes y tafetán, esa atmósfera de ensueño decadente, la que ha sabido describir a la perfección Sofia Coppola. En muchos momentos, la directora renuncia a un hilo verdaderamente dramático sustituyéndolo por escenas impresionistas de una gran fuerza lírica. Abusando un poco de técnicas formales más propias de la publicidad, de estética cercana a la de los anuncios de alta costura, pero sin desafíos directos a la realidad histórica, ha conseguido que veamos el mundo de la reina a través de nuestra perspectiva del siglo XXI. Por ese motivo, gran parte de la banda sonora utiliza canciones de nuestra época, las mismas que oiría cualquier adolescente de su edad. Canciones de Bow Wow Wow, de The Cure, o de The Strokes se entremezclan con piezas de clavicémbalo, o violín para momentos narrativos más concretos y que requieren de un verismo más histórico.
Sofía Coppola ha dejado claras sus intenciones: “Para mí era muy importante contar la historia a mí manera. Del mismo modo en que quería que Lost in Translation diera la sensación de que habías pasado un par de horas en Tokio, quería que esta película dejara que el público sintiera lo que debía ser estar en Versalles en esa época y realmente se perdiera en ese mundo”. Y de verdad que lo consigue, gracias también a que el personaje parece hecho a la medida de la bellísima Kirsten Dunst, que con su aire dulce de valkiria germánica le da un mayor toque de veracidad al papel.
A pesar de que no soy nada favorable a las obras de género –del estilo al "Diario de Bridget Jones", o las pseudonovelas de Lucía Etxebarría-, debo reconocer que esta película me ha cautivado como ya lo hiciera “Las vírgenes suicidas”, también protagonizada por Kirsten Dunst. Parece ser que la realizadora, hija del genial Francis Ford Coppola, tiene una prometedora carrera por delante para crear historias intimistas y personales, con un toque mágico y femenino verdaderamente innovador.
María Antonieta de Habsburgo-Lorena es probablemente uno de los personajes históricos más vilipendiados y denostados por el pueblo francés. Pese a que en un principio fue admirada por su belleza y elegancia, pronto las cañas se tornaron lanzas y el pueblo la culpabilizó, junto con el resto de su familia, de ser la causante de todos los problemas que sufría Francia. Quizás su principal error, junto con el de su marido, fue el de minusvalorar los efectos negativos de los libelos que escribían contra ella. Esa leyenda negra que comenzó a forjarse durante su reinado ha pervivido hasta nuestros días en forma de falsos mitos: manipuladora, casquivana, viciosa, egocéntrica, adúltera,… Una reina a la que se le atribuye la frase: “Si el pueblo no tiene pan y se muere de hambre, que coma pasteles”.
Sin embargo, la investigación histórica ha dado un giro para ponerla en su sitio y demostrar que muchas de las acusaciones por las que fue guillotinada eran totalmente falsas.
La película está basada en el libro de Antonia Fraser “Marie Antoinette: The Journey” en el que se analiza la trayectoria vital de la reina y se la despoja de todas esas falsas leyendas que la habían convertido en la reina más odiada por Francia.
Cuando Sofía Coppola leyó el libro, vio que encerraba una gran película aún por hacer, siempre con el estilo tan personal y diferente con el que ella mira el mundo. La clave del personaje se encuentra en una niña de catorce años a la que obligan a casarse con el Delfín de Francia por cuestiones de Estado. María Antonieta, hija de los Emperadores de Austria, conseguiría de ese modo sellar una alianza entre los dos enemigos irreconciliables.
Es muy complicado desde nuestra perspectiva ponerse en la situación de la princesa adolescente, a la que separan de su familia para casarla con un desconocido lleno de complejos que no le da la más mínima muestra de afecto; en una corte dominada por un protocolo severísimo que hurtaba a la familia real cualquier momento de intimidad –la Delfina se veía en la situación de tenerse que vestir a diario rodeada de damas de la corte-; que realizaban sus comidas como si fuese un espectáculo para la nobleza y la plebe, frente a un público variopinto, que tenía el derecho a asistir si poseían una espada; rodeada de intrigantes que la veían como una extranjera,… Nada más llegar a Versalles, la apodaron “L´Autrichienne” –juego de palabras entre austriaca y prostituta (chienne)-. Ese ambiente tan hostil es el que se encuentra una niña que muy pronto será reina de Francia. Como es de suponer, la muchacha, pese a estar constantemente rodeada de gente, se siente terriblemente sola. Su madre la presiona para que apoye los intereses de Austria, pero eso le causa aún más enemistades en el palacio. Y encima el joven Delfín –futuro Luis XVI- se ve incapaz de consumar el matrimonio hasta que no transcurren siete años de la celebración del mismo.
Por puro instinto de supervivencia mental, María Antonieta se encierra en un mundo de fantasía, de lujos, de champán y fiestas, de zapatos de ensueño, sedas y pasteles. Y es esa fantasía de bailes y tafetán, esa atmósfera de ensueño decadente, la que ha sabido describir a la perfección Sofia Coppola. En muchos momentos, la directora renuncia a un hilo verdaderamente dramático sustituyéndolo por escenas impresionistas de una gran fuerza lírica. Abusando un poco de técnicas formales más propias de la publicidad, de estética cercana a la de los anuncios de alta costura, pero sin desafíos directos a la realidad histórica, ha conseguido que veamos el mundo de la reina a través de nuestra perspectiva del siglo XXI. Por ese motivo, gran parte de la banda sonora utiliza canciones de nuestra época, las mismas que oiría cualquier adolescente de su edad. Canciones de Bow Wow Wow, de The Cure, o de The Strokes se entremezclan con piezas de clavicémbalo, o violín para momentos narrativos más concretos y que requieren de un verismo más histórico.
Sofía Coppola ha dejado claras sus intenciones: “Para mí era muy importante contar la historia a mí manera. Del mismo modo en que quería que Lost in Translation diera la sensación de que habías pasado un par de horas en Tokio, quería que esta película dejara que el público sintiera lo que debía ser estar en Versalles en esa época y realmente se perdiera en ese mundo”. Y de verdad que lo consigue, gracias también a que el personaje parece hecho a la medida de la bellísima Kirsten Dunst, que con su aire dulce de valkiria germánica le da un mayor toque de veracidad al papel.
A pesar de que no soy nada favorable a las obras de género –del estilo al "Diario de Bridget Jones", o las pseudonovelas de Lucía Etxebarría-, debo reconocer que esta película me ha cautivado como ya lo hiciera “Las vírgenes suicidas”, también protagonizada por Kirsten Dunst. Parece ser que la realizadora, hija del genial Francis Ford Coppola, tiene una prometedora carrera por delante para crear historias intimistas y personales, con un toque mágico y femenino verdaderamente innovador.
3 comentarios:
Yo tampoco vi la gala. Y desde que un año apareció un tío con una camiseta de Ho Chi Minh y al otro los titiriteros se negaron a llevar pegatinas con el ETA No, no he vuelto a ver en el cine ninguna película española.
Como dice Albiac, tal vez vuelva cuando me dejen pasar gratis a las salas presentando mi declaración de la renta. Y ni aun así. Son tan malas y aburridas.
Tengo pendiente María Antinieta. A ver si la veo pronto, tiene buena pinta.
Con lo aburridas que son las películas españolas, deberían subvencionarnos a los espectadores por ir a verlas. Si a mí me pagan una pequeña cantidad, por ejemplo 6 Euros, tal vez me arriesgue a pasar dos horas viendo un coñazo. Si no me es rentable, como el cine está para entretenerse y no es barato, seguiré viendo cine americano.
Josete, te recomiendo esta película. Al menos a mí me ha gustado. No sé a ti. Ya me contarás.
yo pienso que la pelicula es excelente, ya que en ella nos damos cuenta de la verdadera realidad de Maria Antonieta, una niña que fue presionada por su madre y toda la familia real de austria para contraer nupcias con el rey de francia y asi beneficiar a la corte austriaca, y lo peor de esto es que su marido no le demuestra afecto, y se ve rodeada de una corte hipócrita, que la vivia jusgando, por lo cual Maria Antonieta se desahogo realizando fiestas y banquetes, comprando joyas, vestidos, zapatos y adornos muy lujosos para el castillo, que por cierto eran demasiado caros. En fin esta es la verdadera delfina, no la que siempre hemos venido pensando.
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