25 noviembre 2006

Nueva guerra civil en el Líbano

El asesinato del ministro de Industria libanés Pierre Gemayel parece tener una clara motivación política. El hecho de que el ministro fuera uno de los máximos representantes de los cristianos libaneses no deja lugar a dudas de la intención que tienen algunos de volver a implicar en el conflicto al nutrido sector de población cristiana que vive en el país de los cedros.
Para no perder la perspectiva, debemos recordar el modo en que fue fundado el Líbano en 1943, tras acordar las diferentes comunidades que habitaban el territorio un reparto del poder en función del peso demográfico de cada una de ellas. En aquella época, la comunidad cristiana era la más numerosa, con lo que los maronitas se reservaron para sí mismos la presidencia del Estado. Del lado musulmán se pactó que la presidencia del ejecutivo sería para los suníes, la presidencia del parlamento la ostentaría un chií y al menos un ministro debería pertenecer a la comunidad drusa. En función de ese peso demográfico se acordó que la proporción parlamentaria sería de seis cristianos por cada cinco musulmanes. Como posteriormente se comprobaría, crear un estado en el que se distribuye el poder en función de las distintas etnias o confesiones religiosas se ha demostrado que es un error político de consecuencias desastrosas. Por efecto de la mayor natalidad, a mediados de los setenta, los musulmanes –sobretodo los chiíes- superaron en número a los cristianos y reclamaron mayor cuota de poder. Los maronitas no estaban dispuestos a renunciar así como así, y la guerra civil no tardó en estallar.
Para complicar más la situación, la OLP, después de ser expulsada de Jordania, proclamó que el Líbano era su "último refugio". En 1973, los palestinos constituían el 10% de la población, hacinados en campos de refugiados al sur del país, y en condiciones de vida infrahumanas. Cuando éstos y los chiíes atacaron a los cristianos, les hicieron retroceder. De no ser por la ayuda de Siria, que intervino con 20.000 soldados dividiendo Beirut en dos partes –una para los musulmanes y otra para los maronitas-, los cristianos habrían perdido la guerra.
El cóctel explosivo en el que se había convertido el país, se agitó aún más cuando los israelíes invadieron el sur para conquistar una franja de seguridad que les hiciera menos vulnerables a los ataques de la OLP. La guerra terminó cuando las tropas apoyadas por Damasco tomaron el control del Líbano.
Como represalia a la intervención judía, en 1982 se creó Hizbulá (“Partido de Dios”). Bajo la tutela de Irán, estuvo combatiendo a Israel hasta que Tel Aviv abandonó los territorios ocupados en el 2000. Pese a los insistentes esfuerzos de las Naciones Unidas, que ha tratado siempre de pacificar un territorio altamente inestable, Hizbulá se ha negado a entregar las armas e, incluso hoy, cuenta con un ministro en el ejecutivo libanés.
El problema es mucho más complejo, ya que durante los años de la guerra, algunos musulmanes hicieron causa común con los cristianos, mientras que otros cristianos se aliaban con los musulmanes o trataban de mediar en el conflicto. Después de 20 años sin comicios, en 1992 se celebraron nuevas elecciones, aunque ninguno de los sucesivos gobiernos ha conseguido estabilizar la zona. Pese a que en 2005 se retiraron las tropas sirias, la sensación de que actualmente el país es un títere de Siria y de Irán se ha visto confirmada últimamente con el repunte de la violencia.
La captura de dos soldados judíos por Hizbolá en el mes de julio de este año provocó la reacción de Israel. Tel Aviv se encontraba en la siguiente tesitura: por un lado podía responder directamente a Hizbolá, siguiendo la estrategia acometida con Hamás en Gaza; o liderar un ataque directo al Líbano acusando a su gobierno de connivencia con el terrorismo. Decantarse por la primera opción suponía volver a enfrentarse con todos los países musulmanes de la zona, mientras que la agresión al Líbano le granjearía el odio y la impopularidad de una gran parte del mundo, que les vería como una nación poderosa que machacaba a su vecino más débil. Ya sabemos que en Israel no se valora tanto la impopularidad de un ataque a una población civil considerada enemiga, así que se decidió por la segunda opción. Para considerar la posibilidad de una invasión en toda regla, fue determinante la lluvia de cohetes “Katyushas” sobre el territorio judío. Israel ya tenía una buena excusa para volver a crear una franja de seguridad al norte de su frontera con el Líbano, en la que aplastar militarmente las posiciones estratégicas de Hizbolá.
Estos ataques, dirigidos exclusivamente contra Hizbolá, fueron considerados por todas las comunidades del Líbano como una ofensa hacia ellos y su propia soberanía. Lo que es obvio es que, en aquel momento, si de algo carecía el Líbano era de soberanía, ya que prácticamente se había entregado al lobby sirio y al “Partido de Dios”. Para dificultar aún más el panorama, una vez declarado el alto el fuego por Israel, en lugar de hacerse cargo de la reconstrucción el gobierno de Beirut, quien actúa prácticamente de poder civil en la sombra, otorgando subvenciones para reconstruir edificios, pensionando a las familias de los fallecidos, y dando trabajo a quien lo perdió, es Hizbolá. Según varios observadores internacionales, el sur del Líbano parece ya un estado autónomo de Beirut gestionado por el jeque Hasan Nasrala.
Incluso así, cuando parecía que el conflicto se había centralizado en una nueva lucha entre musulmanes y judíos, se produce el misterioso asesinato del líder cristiano que calienta, más si cabe, el brebaje explosivo en que se ha convertido el país. La primera consecuencia que se desprende de este atentado es que la comunidad maronita –y por extensión el resto de sectas cristianas que habitan el Líbano- se lo ha tomado como un ataque personal hacia ellos. El ansia de venganza comienza a hacerse más patente a medida que pasan los días y las manifestaciones en las calles se intensifican. Y si la comunidad cristiana se lanza a la vendetta por el asesinato de uno de sus representantes, la guerra civil está servida. De momento, parece ser que los cristianos culpan del crimen a la facción siria. Y si los cristianos se ponen de acuerdo con los drusos y los suníes para atacar a los chiíes amigos de Siria y de Irán, ya tenemos de nuevo el billar a tres bandas con Israel como tercera en discordia.
Para finalizar, voy a tomar prestado el razonamiento de Iñigo Sáenz de Ugarte. ¿A quién beneficia el asesinato de Gemayel? Si el muerto era un político anti-sirio, el asesino debe ser pro-sirio. O, al menos, esa es la rápida conclusión a la que han llegado sus seguidores. Pero todo lo que tiene que ver con el Líbano es mucho más complicado de lo que parece a primera vista. Según Sáenz de Ugarte en su blog “Guerra Eterna”, el asesinato no favorece a nadie, así que habrá que buscar a quien menos pierde y dirigir sobre él las sospechas. “Los que acusan a Damasco dejan escapar algunos detalles. El asesinato llega en el peor momento posible para los intereses de la política exterior de Siria. Sólidamente enclavada en el "eje del mal", Siria veía ante sí una nítida oportunidad, servida por la incompetencia de EEUU en Irak, de abandonar su aislamiento. Se ha dicho que la comisión que preside James Baker propondrá que Washington implique a sirios e iraníes en la búsqueda de una solución para el infierno de Irak. Hasta en Israel le veían ventajas si servía para romper su alianza con Irán.” Entonces ¿a quién beneficia el asesinato? ¿A los que desde Estados Unidos están empujando a George Bush para que ataque a Siria y a Irán? ¿Al lobby judío ultra ortodoxo de Estados Unidos? ¿A los fabricantes de armas y a los contratistas que están engordando sus cuentas corrientes reconstruyendo Irak? ¿A las empresas petrolíferas? Lo cierto es que el problema se complica más cada día que pasa y que una nueva guerra civil en el Líbano va a tener como principal consecuencia el empobrecimiento de una nación rodeada de fundamentalismo religioso por los cuatro costados. Y no olvidemos que la miseria y el hambre es el mejor caldo de cultivo para el integrismo yihadista.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

A quien beneficia el asesinato es a Hezbolah, porque se quitan de enmedio a un tío que movía a la gente en su contra.

Anónimo dijo...

Por tu post, da la sensación de que los habitantes del Líbano fuesen unos santos y que la culpa de sus problemas fuese sólo de los invasores extranjeros. Los libaneses se bastan ellos solitos para complicarse la vida sin necesidad de ejércitos extranjeros. Y las tropas de la Finul no harán otra cosa que complicar la situación.

Buena Prensa dijo...

Creo que el tema siempre es bastante complicado, y el post intenta reflejar eso.
Moraleja 1: todo razonamiento simple es falso.

Yendo mas allá del artículo y a cosas puntuales.
1) Hezbollah no fue creado en 1982. Puede que en ese año haya empezado a operar en Libano. Pero en la Revolución Islámica Iraní que derrocó al Sha, allá lejos por el año 1977-1979, Hezbollah (junto con el Pasdarán y los Fedaijines ya existía como grupo armado de Jomeini que se encargaba de la limpieza de las Shuras (asambleas obreras), de perseguir a los revolucionarios de izquierda (lease marxistas- leninistas- maoístas- troskistas) de los partidos como el Tudeh (comunista).

En fin, para que no se crea erroneamente que Hezbollah es un "partido libanés" que surgió para "combatir la ocupación israelí".

2) Por otro lado, en el análisis de las opciones que tenía Israel se sobresimplifica un poco. O atacar a Hezbollah, o atacar a todo Libano. Se dice que opto por la segunda, cuando eso es absolutamente falso.
No hubo un solo intercambio de disparos entre el Ejercito Libanés y el Ejercito de Israel. Es mas, existió una tibia colaboración.
Israel nunca le declaró la guerra a Libano, aunque hubieron declaraciones confusas por parte de la dirigencia israelí. Algunos decían que el tema era con Hezbollah, que Libano no tenía nada que ver. Otros decían que Libano no tenía nada que ver, pero que era en parte responsabilidad libanesa que Hezbollah se haya armado (violando resoluciones de la ONU del año 2000 que pedían su desarme) y que el Estado Libanés no podía hacerse el desentendido de su responsabilidad... etc...
Pero nunca se perfiló esta guerra como una guerra Israel vs. Libano.

Por lo demás, sirve mucho el artículo. Sobre todo para empezar a entender el tema... en especial la potencial (a mi criterio real) guerra civil que existe en Libano.

Saludos y buen blog!
Buena Prensa
http://buenaprensa.blogspot.com

Recaredo dijo...

Gracias por tus apreciaciones, Buenaprensa. La verdad es que no soy un experto en el tema de oriente medio. Además, he tratado de aligerar el artículo para no ser demasiado extenso. De todos modos, tomo nota de tus acotaciones y para próximas ocasiones las tendré en cuenta.