La salud de Castro
Con la reciente comparecencia del médico madrileño José Luis García Sabrido, jefe de cirugía del hospital Gregorio Marañón, se han tratado de disipar los rumores sobre la supuesta gravedad de la enfermedad de Castro. Sin embargo, en mi opinión, lo que consigue es justo el efecto contrario al que se persigue. Si pensaban que la opinión pública les iba a hacer caso al asegurar que el dictador cubano no sufre una enfermedad maligna, se han equivocado del todo ya que tanta obsesión con asegurar lo contrario suena a montaje. Y si no, recuerden ustedes los últimos días de Franco, en que no se hablaba para nada de la gravedad de la enfermedad que le llevó a la tumba.
Es lógico que las autoridades cubanas rebajen la importancia de la enfermedad de su líder. Pero lo que no termino de comprender es que personas “no vinculadas” al régimen cubano, como el médico español, o la comisión de senadores norteamericanos que visitó en fechas recientes la isla, se empeñen en hablar de la benignidad de la enfermedad del dirigente cubano. Todos coinciden en eludir mencionar la palabra cáncer, y además aclaran que el proceso no es maligno y que Castro se curará. No sé a ustedes, pero a mí me huele a montaje del aparato del partido, que tiene miedo de las posibles maniobras encaminadas a la preparación de una transición a la democracia.
El problema de fondo no es en sí la sucesión del liberticida. En caso de que el régimen se encontrara seguro y confiado, el traspaso de poderes se haría conforme a lo estipulado en las leyes políticas cubanas. Si hubiese unidad de actuación, y el aparato fuese un bloque cohesionado, todos los que ahora mandan en la isla podrían estar seguros de mantener sus prerrogativas. Pero la situación es muy distinta, ya que actualmente el régimen está dividido entre dos facciones: los “chinos” y los “talibanes”. El sector de los “chinos” está respaldado por Raúl Castro y pretende dar una vuelta de tuerca al estilo de la República Popular China, con una cierta libertad de mercado en lo económico y manteniendo la ortodoxia comunista en lo político. Los “talibanes”, jóvenes de la generación del ministro de Asuntos Exteriores Robaina, pretenden mantener las esencias más colectivistas y totalitarias del régimen, el aislamiento –con apoyo del petróleo de Venezuela- y la represión contra la disidencia. En esta pugna se dirimirá el futuro político de Cuba.
El que parece que ya no pinta nada en las porras políticas es Fidel, anulado por la enfermedad y la vejez. Además, por mucho que diga el cirujano español, no creo que vaya a recuperar el poder. Incluso así, lo que necesitan ahora ambas facciones, es una cierta estabilidad proporcionada por los apoyos al dictador de intelectuales tipo Depardieu y García Marquez, o líderes de países de la órbita como ZP, Evo, o Chavez. Son ellos, junto a los nuevos voceros que se han afiliado a la causa –es decir, los senadores norteamericanos, o el médico español (que también atendió a Antonio Gades)-, los que otorgarán el tiempo que ambos bandos necesitan para el asalto al poder. De ahí que todos se empeñen en gritar a los cuatro vientos que el tirano se encuentra bien.
Siguiendo este razonamiento, lo que parece muy complicado es que Cuba pueda realizar una transición a la democracia al estilo de la española, al no contemplarlo ninguna de las facciones. Por otra parte, los exiliados pueden terminar por perder el apoyo de Estados Unidos, que no le haría ascos a un giro al estilo chino. Y si Estados Unidos decide entablar relaciones amistosas de comercio con una Cuba comunista, pero abierta a la libertad de mercado, ya pueden despedirse de disfrutar de la democracia.
Por último, lanzo una pregunta al aire: ¿no se suponía, según todos los giliprogres, que la sanidad cubana era la más avanzada del mundo? La pregunta, como es obvio, tiene un carácter retórico y no merece respuesta.
Es lógico que las autoridades cubanas rebajen la importancia de la enfermedad de su líder. Pero lo que no termino de comprender es que personas “no vinculadas” al régimen cubano, como el médico español, o la comisión de senadores norteamericanos que visitó en fechas recientes la isla, se empeñen en hablar de la benignidad de la enfermedad del dirigente cubano. Todos coinciden en eludir mencionar la palabra cáncer, y además aclaran que el proceso no es maligno y que Castro se curará. No sé a ustedes, pero a mí me huele a montaje del aparato del partido, que tiene miedo de las posibles maniobras encaminadas a la preparación de una transición a la democracia.
El problema de fondo no es en sí la sucesión del liberticida. En caso de que el régimen se encontrara seguro y confiado, el traspaso de poderes se haría conforme a lo estipulado en las leyes políticas cubanas. Si hubiese unidad de actuación, y el aparato fuese un bloque cohesionado, todos los que ahora mandan en la isla podrían estar seguros de mantener sus prerrogativas. Pero la situación es muy distinta, ya que actualmente el régimen está dividido entre dos facciones: los “chinos” y los “talibanes”. El sector de los “chinos” está respaldado por Raúl Castro y pretende dar una vuelta de tuerca al estilo de la República Popular China, con una cierta libertad de mercado en lo económico y manteniendo la ortodoxia comunista en lo político. Los “talibanes”, jóvenes de la generación del ministro de Asuntos Exteriores Robaina, pretenden mantener las esencias más colectivistas y totalitarias del régimen, el aislamiento –con apoyo del petróleo de Venezuela- y la represión contra la disidencia. En esta pugna se dirimirá el futuro político de Cuba.
El que parece que ya no pinta nada en las porras políticas es Fidel, anulado por la enfermedad y la vejez. Además, por mucho que diga el cirujano español, no creo que vaya a recuperar el poder. Incluso así, lo que necesitan ahora ambas facciones, es una cierta estabilidad proporcionada por los apoyos al dictador de intelectuales tipo Depardieu y García Marquez, o líderes de países de la órbita como ZP, Evo, o Chavez. Son ellos, junto a los nuevos voceros que se han afiliado a la causa –es decir, los senadores norteamericanos, o el médico español (que también atendió a Antonio Gades)-, los que otorgarán el tiempo que ambos bandos necesitan para el asalto al poder. De ahí que todos se empeñen en gritar a los cuatro vientos que el tirano se encuentra bien.
Siguiendo este razonamiento, lo que parece muy complicado es que Cuba pueda realizar una transición a la democracia al estilo de la española, al no contemplarlo ninguna de las facciones. Por otra parte, los exiliados pueden terminar por perder el apoyo de Estados Unidos, que no le haría ascos a un giro al estilo chino. Y si Estados Unidos decide entablar relaciones amistosas de comercio con una Cuba comunista, pero abierta a la libertad de mercado, ya pueden despedirse de disfrutar de la democracia.
Por último, lanzo una pregunta al aire: ¿no se suponía, según todos los giliprogres, que la sanidad cubana era la más avanzada del mundo? La pregunta, como es obvio, tiene un carácter retórico y no merece respuesta.
2 comentarios:
Recaredo, si te soy sincero, lo que más me sublevó fue el discursito del dócil galeno español: hablaba del presidente Castro.
¿Qué presidente ni qué niño muerto? A ese quién lo ha elegido si lleva allí más tiempo que el loro de La Perla...
En fin... un abrazo, y Feliz 2007.
Ya sabes que en España hay mucho enamorado de la dictadura castrista. Les parece el colmo de la libertad y de la democracia.
Un abrazo a tí también y feliz 2007
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