03 diciembre 2006

Las cumbres de Ségolène

Lo bueno de los domingos es que el tiempo se relaja, adormecido por el tedio otoñal, permitiéndonos hacer cosas que el resto de la semana nos son prácticamente imposibles. A mí lo que me gusta es tirarme el día leyendo la prensa. Suelo comprar dos o tres periódicos y me los estudio de arriba a abajo, como si fuese lo último que voy a hacer en la vida. A pesar de que a diario sólo leo “El Mundo”, el ajetreo de la semana no me permite la lectura pausada y enjundiosa de los artículos de fondo. Por eso hoy me he dedicado a leer estas joyas de la literatura diaria.
En “El País” he encontrado uno de los que más me han interesado. Pese a estar completamente en desacuerdo con la línea editorial del grupo Prisa, es bueno leer al enemigo para saber cómo piensa. Además, su sección de internacional es de lo mejorcito de esta España nuestra que sólo se sabe mirar al ombligo de los sucesos. El hecho de que además, mediante un programa de fidelización, ofrezcan la posibilidad de comprar un DVD con decodificador de TDT a muy buen precio, ha sido el elemento decisorio a la hora de decantarme por dejarle mis cuartos al Sr. Polanco –a quien Dios guarde muchos años-.
El artículo en cuestión lo ha escrito Anthony Giddens, que es un sociólogo británico que escribió el libro “La tercera vía: la renovación de la socialdemocracia” que tanto ha inspirado al laborismo británico. En el artículo, titulado “Coronar todas las cumbres”, habla de las tres grandes cumbres o dificultades a las que debe hacer frente Ségolène Royal en su carrera hacia el poder. La primera de ellas sería la de ganarle las elecciones a Nicolas Sarkozy, cosa bastante complicada teniendo en cuenta que la bella candidata socialista carece de programa electoral. Pero bueno, en España, en marzo de 2004, el PSOE tenía un compendio de sandeces por programa electoral y terminó ganando los comicios.

El sociólogo británico argumenta que, en caso de resultar ganadora, las dos cumbres más complicadas de escalar serían: la forma de desarrollar políticas que aborden realmente los enquistados problemas franceses –paro juvenil, inmigración, sindicatos que tratan de mantener sus cuotas de poder, una sociedad bloqueada, replegada sobre sí misma, con unos dirigentes incapaces de solucionar los problemas socioeconómicos,…-; y la manera de mantener unida a su propia coalición plagada de diferencias ideológicas. A la hora de estimar la dureza de los retos que se le vienen encima a Royal, Giddens opina que es más fácil ganar las elecciones con una coalición desunida que hacer frente a los graves problemas de Francia. Coincide conmigo el sociólogo en la flojedad y demagogia de las propuestas de la candidata socialista, y aprovecha además para dejar claro que ni ella es Tony Blair –salvo por el común atractivo físico-, ni el laborismo británico es el socialismo francés. Destaca sobretodo del Nuevo Laborismo inglés la fortaleza de las distintas políticas de su programa, basado “en el análisis de un mundo en proceso de cambio y, sobre todo, del impacto de la globalización”.
Es una pena que el columnista no establezca paralelismos con la figura de Rodríguez Zapatero, como sí que hizo la propia Ségolène Royal en el transcurso de un acto del PSOE. Seguramente para un estudioso de la política, la personalidad de un chiquilicuatre de tres al cuarto, experto en demagogias vacías y en ganar elecciones gracias a un atentado con 192 muertos, no le interese para nada. De no ser porque es nuestro actual presidente del gobierno, a mí tampoco me interesaría.

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