La bolsa de basura
El presunto candidato del PSOE a la alcaldía de Madrid, Miguel Sebastián –más conocido por su afición a vengarse de sus antiguos jefes del BBVA desde el despacho que ZP le puso en La Moncloa para que jugasen con los amiguetes al Monopoly-, decidió, como estrategia para el segundo debate televisado con Ruiz Gallardón, llevarse de casa la bolsa de basura y empezar a tirar los desperdicios alrededor del atril del actual alcalde de Madrid. Si el hecho de tener preparada la foto de Montserrat Corulla denota la catadura moral del aspirante socialista, al atreverse a mostrarla dejó muy claro que sus únicos argumentos para convencer al electorado se basan en el infundio y en la calumnia.
Debo reconocer que hay cosas en la vida que me molestan especialmente, y una de ellas es el ataque personal en el ejercicio profesional de cualquier actividad. Ya en el transcurso de la campaña francesa, me pareció infame el uso de los problemas matrimoniales de Sarkozy por parte de sus enemigos políticos para desacreditarle. Lo mismo me sucedió cuando los republicanos intentaron deponer a Bill Clinton con el escándalo de Monica Lewinsky. Pero lo de Sebastián es pasarse de castaño oscuro. Sobretodo porque su estrategia se ha centrado en implicar a Ruiz Gallardón en el Caso Malaya, que debe ser el paradigma de lo diabólico para el españolito medio.
Es posible que, en lo más recóndito de la perversa mente del asesor áulico de ZP, haya algún tipo de tara o deficiencia de raciocinio que le hace ver la paja en el ojo ajeno, obviando la viga en el propio. Sobretodo porque parece olvidar dos elementos claves en esta cuestión: que la Operación Malaya no es el único caso de corrupción inmobiliaria de España, y que el PP no está implicado para nada en el asunto. Por otra parte, todavía está por aclarar a qué se debió que la Junta de Andalucía permitiese, tolerase o amparase las irregularidades generalizadas en la concesión de licencias urbanísticas por el Ayuntamiento de Marbella. Pero eso es harina de otro costal.
Es absurdo que el candidato socialista miente a la bicha de la corrupción en plena campaña electoral cuando estaría mejor calladito. Más que nada porque el gobierno socialista naufraga en una marejada de corruptelas, tráfico de influencias, amiguismos y comisiones varias que amenaza con tornarse en mar arbolada si todo se destapa. Pero eso le da igual al candidato porque en su loca huída hacia delante en pos de la anhelada poltrona ya nada importa excepto ganar. La victoria a cualquier precio, a costa de lo que sea, y de quien sea. Calumniando, chismorreando e injuriando. La consigna es clara: hay que hacerse como sea con el pastel más goloso del mercado inmobiliario nacional. ¡Que tienen muchos amigos con ganas de hacerse millonarios y no hay oportunidades para tantos si no mandan en Madrid!
Con dicho objetivo en mente, Sebastián decidió pertrecharse con sus mejores argumentos políticos cogiendo la bolsa de basura más maloliente que tenía en casa. Ya en el debate, cuando comprobó que debía usar la artillería pesada si no quería perderlo, tomó la bolsa y empezó a arrojar todos los deshechos que guardaba en la misma. Dejó para el final la foto de la bella testaferro de Roca: "¿En algún momento ha mantenido alguna relación con alguna de las personas implicadas en la Operación Malaya acerca de actuaciones urbanísticas en la ciudad de Madrid?".
Sigue así, Miguelito, que no te van a votar ni en Chueca.
Debo reconocer que hay cosas en la vida que me molestan especialmente, y una de ellas es el ataque personal en el ejercicio profesional de cualquier actividad. Ya en el transcurso de la campaña francesa, me pareció infame el uso de los problemas matrimoniales de Sarkozy por parte de sus enemigos políticos para desacreditarle. Lo mismo me sucedió cuando los republicanos intentaron deponer a Bill Clinton con el escándalo de Monica Lewinsky. Pero lo de Sebastián es pasarse de castaño oscuro. Sobretodo porque su estrategia se ha centrado en implicar a Ruiz Gallardón en el Caso Malaya, que debe ser el paradigma de lo diabólico para el españolito medio.
Es posible que, en lo más recóndito de la perversa mente del asesor áulico de ZP, haya algún tipo de tara o deficiencia de raciocinio que le hace ver la paja en el ojo ajeno, obviando la viga en el propio. Sobretodo porque parece olvidar dos elementos claves en esta cuestión: que la Operación Malaya no es el único caso de corrupción inmobiliaria de España, y que el PP no está implicado para nada en el asunto. Por otra parte, todavía está por aclarar a qué se debió que la Junta de Andalucía permitiese, tolerase o amparase las irregularidades generalizadas en la concesión de licencias urbanísticas por el Ayuntamiento de Marbella. Pero eso es harina de otro costal.
Es absurdo que el candidato socialista miente a la bicha de la corrupción en plena campaña electoral cuando estaría mejor calladito. Más que nada porque el gobierno socialista naufraga en una marejada de corruptelas, tráfico de influencias, amiguismos y comisiones varias que amenaza con tornarse en mar arbolada si todo se destapa. Pero eso le da igual al candidato porque en su loca huída hacia delante en pos de la anhelada poltrona ya nada importa excepto ganar. La victoria a cualquier precio, a costa de lo que sea, y de quien sea. Calumniando, chismorreando e injuriando. La consigna es clara: hay que hacerse como sea con el pastel más goloso del mercado inmobiliario nacional. ¡Que tienen muchos amigos con ganas de hacerse millonarios y no hay oportunidades para tantos si no mandan en Madrid!
Con dicho objetivo en mente, Sebastián decidió pertrecharse con sus mejores argumentos políticos cogiendo la bolsa de basura más maloliente que tenía en casa. Ya en el debate, cuando comprobó que debía usar la artillería pesada si no quería perderlo, tomó la bolsa y empezó a arrojar todos los deshechos que guardaba en la misma. Dejó para el final la foto de la bella testaferro de Roca: "¿En algún momento ha mantenido alguna relación con alguna de las personas implicadas en la Operación Malaya acerca de actuaciones urbanísticas en la ciudad de Madrid?".
Sigue así, Miguelito, que no te van a votar ni en Chueca.